Roma: La ciudad eterna.

El poeta latino Albio Tibulo, en el siglo I a.C., la llamó la ciudad eterna porque pensaba que duraría para siempre. Ojalá así sea.

En el primer viaje en que tuve oportunidad de visitar Europa, Roma fue la ciudad a la que llegué. Recuerdo que aterrizamos una mañana muy temprano en el Aeropuerto Leonardo Da Vinci, en Fiumicino. Tengo muy presente que era un día lluvioso y que, al comenzar a caminar sus calles, me sentía sumamente sorprendido y admirado por el adoquinado: me preguntaba cuántos años llevaría ahí ese piso, tan perfectamente imperfecto. ¿Quiénes tantos habrán plantado sus pies en él? ¿Cuánta historia estaría ahí con esas baldosas de testigo? Ese trabajo tan típico, tan característico ya de Roma, recibe el nombre de Sampietrini y data del siglo XVI.

En fin, ahí mismo, ese día, me enamoré de Roma; y luego de toda Italia. Y como muchas veces sucede con el amor y los amores, en ocasiones hay desencuentros, pero al final el sentimiento siempre perdura y perdona.

He escuchado muchas opiniones, varias encontradas: que, si es una ciudad desordenada, que, si no es la más limpia, que es un tanto caótica y ruidosa; en fin, tantas cosas que se pueden decir. Lo cierto es que Roma es única. No hay una ciudad en el mundo que se le parezca, que albergue tanta historia y que la derrame en cada una de sus esquinas.

En las próximas semanas les compartiré un recuento pretende acercarnos a esta maravillosa ciudad, a su majestuosidad e infinita riqueza. En estas líneas visitaremos algunos de sus hoteles, sus restaurantes emblemáticos y sus rincones llenos de magia. Espero lo podamos disfrutar juntos tanto como yo la primera vez.

Viviendo el arte de cada momento

Abelardo Alvarado Alcántara